jueves, 10 de diciembre de 2009

La deuda, una telenovela

Creen que es un negocio redondo, pero no lo es. Funcionarios del gobierno del Estado quieren adquirir una deuda de $1,870 millones, a pagar en un cuarto de siglo.
En 2034, usted y yo, contribuyentes, habremos pagado esa cantidad, varias veces. Es, como suele decirse, un negocio de Peto... o de Dzemul.
Ya muchos se expresaron en contra, esgrimiendo válidos, comprobados argumentos. Pero, aún así, el deseo gubernamental por endeudarse -endeudarnos- está intacto.
Ante esa actitud, recurramos a una fábula moderna, y narrémosla con técnicas propias de las telenovelas, tan bien recibidas en esta administración. Titulémosla "La deuda".
Los protagonistas se llaman Alejandro, como William Levy en "Sortilegio", y Aracely, pero no por Ivonne Aracely, sino por la actriz de apellido Arámbula.
Esta pareja vive un tórrido amorío, que culmina en el altar. Él es un joven rico, que tiene que renunciar a su inmensa fortuna por casarse.
Al principio, las carencias no importan, ya que el amor lo suple todo. Sin embargo, con el paso de los meses, Alejandro comienza a extrañar lujos de su antigua vida.
Un día, va a un "spa" y se somete a un tratamiento de belleza integral. Alejandro, como la mayoría de los galanes de la televisión, Peña Nieto incluido, es metrosexual.
En ese desliz, Alejandro se gastó la mitad de su quincena. Al tener que elegir entre el amor y el dinero, el protagonista tuvo que comenzar de cero, y trabajar en un taller mecánico.
Con la piel humectada por caras cremas y con el pecho depilado, Alejandro se da cuenta de su error, y se apena. Es un hombre sensible, así que llora durante varias horas.
Después de meditarlo, decide ocultarle el vanidoso derroche a Aracely, quien tiene que trabajar doble turno para completar el gasto familiar. Para que ella no se entere, él va al Monte de Piedad y pignora unos aretes.
El tiempo pasa, y él, con la ayuda de amigos y de un grupo de apoyo, logra poner un freno a sus instintos. Todo vuelve a ser felicidad, hasta que un día, el aniversario de la muerte de la madre de Aracely, ella busca los aretes que le dio antes de fallecer. Al no encontrarlos, comienza a buscar desesperada en todos los cajones de la casa. En el fondo de uno halla el recibo del Montepío, ya vencido.
Aracely decide abandonar a Alejandro, quien, como ya dijimos, es un hombre sensible, así que llora durante varias horas.
Que conste. La moraleja de esta historia no es una crítica a los hombres que cuidan su aspecto.

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