jueves, 10 de diciembre de 2009

París bien vale una paliza

En este año ya se denunciaron más de tres mil casos de violencia familiar en Yucatán. Entre ellos no se encuentra la paliza que recibió en días pasadas la esposa de un secretario estatal.
El maltrato, según la procuradora de la Defensa del Menor y la Familia, Celia Rivas Rodríguez, se percibe tanto en zonas urbanas como rurales, al indicar en entrevista reciente que este fenómeno social no es exclusivo de algún nivel económico o cultural. El sonado caso del funcionario es la confirmación.
La mujer no denunció judicialmente el hecho, en el que hubo empujones, golpes, mordiscos e, incluso, un triste amago de homicidio. Según las declaraciones de la agredida, para defenderse, lo golpeó con uno de sus zapatos, mientras sus dos hijos menores eran testigos del pleito. Él logró quitarle el teléfono, pero ella hizo lo mismo y corrió a la piscina, donde amenazó con tirar el aparato.
Según contó, el secretario estatal corrió hacia ella, la tiró al piso bocabajo. Entonces le sujetó el cuello e intentó ahorcarla. Para liberarse, la mujer mordió la muñeca derecha de su esposo.
Ella lo perdonó. Dejó las cosas como estaban. Él dijo, en su derecho a réplica, que “respeta mucho a la madre de sus hijos”.
Las cosas no se quedaron ahí. Él es figura pública, y como tal, sus acciones trascendieron. A pesar de no estar sujeto a proceso judicial, sí está bajo la lupa de la sociedad, y muchas voces de la misma critican su reciente viaje a Francia para promover una regata internacional.
La gobernadora ha demostrado que es una mujer sensible. En gran número de actos se le ha quebrado la voz y ha llorado. También ha lanzado discursos combativos defendiendo diversas causas. Una de esas causas son precisamente los derechos de la mujer.
En la pasada campaña electoral, con una playera que decía “Soy una gobernadora angelical”, arremetió contra el machismo, en general, y los supuestos ataques que recibía la entonces candidata a diputada federal Angélica Araujo.
Hay mucho trecho entre el dicho y el hecho. La apasionada promotora de telenovelas debe conocer muy bien el prototipo de las mujeres en esas ficciones. Pasivas, sufridas e incapaces de alzar la voz. Como la esposa del funcionario.
Tal vez, sentado en una mesa del “Café de la Paz”, en París, el funcionario está orgulloso de tener una jefa así, que denuncia y critica ferozmente arranques machistas en discursos pero que los tolera y solapa en la práctica. Tal vez, caminando por los Campos Elíseos, se arrepiente de los hechos y realmente está apenado por su conducta brutal. Tal vez. Sólo tal vez.
A su regreso, a muchos les gustaría que la gobernadora, en su tendencia políglota –recordemos el “Maidison Escuare Garten” de su informe ciudadano- diga: Au revoir, monsieur ministre.

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